Un personaje de nuestra historia pueblerina de los que tenemos cierta edad es DON JUAN ARANDA, al que conocíamos como el cuidador de la plaza en la década del 30.-Todavía lo recuerdo sentado en un banco de los que había en el centro de la plaza circundando la fuente, ese que tenía como fondo el ciprés que troncharon brutalmente por la mitad.-
Cuando se produjo el fallecimiento de Don Juan en mayo de 1938, se publicó un muy lindo artículo en el periódico de la época “La Semana”, que escribió bajo el seudónimo de “Campanilla” la Señora Julia W. de Gimeno, esposa del Director y que lo pintaba de cuerpo entero como lo conocimos.- Aún conservo los párrafos mas salientes de ese texto:
“De estatura regular, un poco encorvado, cutis bronceado que hacía mas reluciente sus “ojos un poco saltones de manso mirar, cabello y barba blanca que terminaba en punta “le daba personalidad. La indumentaria gauchesca de botas , poncho y chambergo “completaban su aspecto inconfundible.- Lo único que le faltaba para realzar su figura “era el caballo. Para su estampa se hacía imperiosa esta necesidad.-
“Juan Aranda ha muerto. Con él parece irse mucho de la tradición de nuestra raza, de “este pueblo. Su figura era inmensamente popular y evocativa. Digno de respeto para “los que valorizamos la seguridad y la consideramos una virtud. La pureza del “sentimiento gaucho parecía gravitar en él, que atenido a su buena fe pecaba de “crédulo.- Debilidad que aprovechaban muchos para entretenerse haciéndole creer cosas “absurdas y riendo a sus expensas.-
“Ha muerto Aranda y su muerte fue la de un pajarito. Su intuición le decía de cosas “sobrenaturales. En su espíritu sencillo vivían inquietudes, que al no alcanzar a tomar “forma balbuceaban en un mar de incomprensión. Terriblemente ingenuo, le habían “hecho creer que tenía cualidades de conquistador. Por esta razón afirmaba que era “perseguido por los “magiqueros”.-
“Él, que fuera incapaz de herir ni molestar a nadie, gustaba contar imaginarias hazañas “de supuestas luchas contra los indios y maleantes. A menudo encontraba quien le “fomentara esta inocente manía. De allí su fama de audaz y valiente. Alejado de sus “familiares, vivía solo, mas por fortuna la fecundidad de su imaginación le hacía vivir “lleno de ilusiones.-
“El pobre Aranda no encontró quien lo convenciera de que los únicos “magiqueros” “eran los bromistas.- Aranda en su candor a todos los muchachos que lo rodeaban creìalos un poco hijos suyos. A las muchachas un poco novias. Era feliz a su manera, “hubiera sido mucho más de no haber mediado la constante amenaza de los “magiqueros”.-
Por relatos orales que escuché en varias oportunidades mucho tiene que ver con el párrafo anterior, lo que a continuación escribo:
Cuando me reunía con miago Alfredo Crego contaba que en su niñez vivía frente a la plaza en la propiedad que estaba al lado de lo que hoy es el edificio de telefónica (antes Casa Lago).- Que en forma diaria lo veía y saludaba a DON JUAN ARANDA, para escuchar sus cuentos de “magiqueros” y su lucha contra los indios.-
Un día se le ocurrió con otros amigos (todos chicos) que fueron Quito Villafañe y Jorge Gómez Silva (hijo de Don Andrés) a conseguir zapallos, los vaciaron e hicieron los agujeros para los ojos, nariz y boca, lo colocaron a la noche en diferentes lugares de la plaza prendiéndole una vela en su interior, a lo que Don Juan cuando los descubrió tuvo que luchar contra los zapallos.-
Estoy seguro que alguien de esa generación recuerden de esta travesura de chicos.-
Algunos preguntarán el porqué de esta foto, a los que tenemos cierta edad nos recuerda que donde está el banco y el árbol que le daba sombra (hoy tronchado) era el lugar en el que siempre estaba sentado don Juan Aranda, el placero (como buen guardián)-
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