Los modelos económicos y la declinación
25 de febrero de 2018

Los modelos económicos contrapuestos que se aplicaron no evitaron un país cada vez más desigual.

Ricardo Kirschbaum

Los argentinos gastamos en turismo en el exterior 1.500 millones de dólares en enero. Ya se sabía que el déficit entre importaciones y exportaciones fue el año pasado de 8.500 millones de dólares, una cifra muy cercana a los 9.000 millones de dólares que el Gobierno consiguió -y mostró como un éxito porque se anticipó a la suba de tasas- para seguir financiando el agujero mayor de la economía: el déficit fiscal. Frente a esto hay dos opciones: emitir o endeudarse. El régimen anterior optó por el primer camino, en una economía estatista cerrada y aprovechando el alto precio de los commodities, ocultando la inflación; el actual por un camino inverso, tomar deuda, abrir la economía y tratar de gradualmente buscar el equilibrio. Nada nuevo en uno u otro sentido.
Los gobiernos, cualquiera sea el régimen, vienen administrando la decadencia. Es una decadencia de décadas que la política prefiere ignorar. La oposición amonesta al oficialismo circunstancial por hacer lo que no se hizo cuando estaba en el poder. Un juego que, en las alternancias, solo arroja un país cada vez más chico y una pobreza obscena. Basta con ver estas cifras que asustan y en el susto no se perciben (o no se quieren percibir) las contradicciones. Hay que aumentar el dólar para equilibrar el déficit comercial y de paso para frenar el turismo hacia afuera, que es una importación. Pero ese aumento es inflación, que ya se sabe y se repite como si no se entendiera, perjudica a los que menos tienen. La inflación no cede y ahora sabemos por boca de uno de los ministros que para reducirla hay que apostar a la Fe más que de política económica porque hay pocas herramientas para terminar con el flagelo, según dijo Nicolás Dujovne en Madrid.
Se pide, para no tener que aumentar el dólar y que no suban los precios, más ajuste. Pero hay un 30 % de pobres, otras cifra millonaria de trabajadores en negro y alto el nivel de desempleo. Se reclama, también, que bajen los impuestos y al mismo tiempo que no se tome deuda y además que las tarifas no pesen nada en el bolsillo familiar.
Son incongruencias repetidas u oportunismos de política menor. Así, la política argentina es pura táctica y control de costos políticos.
En ese juego, en el que la necesidad de un pensamiento más profundo y realista es considerado una molestia, lo que sobresale es el estancamiento intelectual y la comodidad (o pereza) de seguir utilizando las mismas categorías de análisis de otra época y otro contexto mundial.
La decadencia nos atrasó y una sencilla cifra lo demuestra: los países vecinos pagan menos tasa y la tasa de interés externa es una preocupación para cuya resolución no sirven los diagnósticos sin receta de remedio y menos con recetas mágicas.
El déficit tiene un compañero de ruta que es la falta de acuerdos de fondo sobre la fórmula de hacer crecer la economía para evitar que, cualquiera sea el que gane las elecciones, no tenga que dedicarse a administrar un país cada vez más chico y más desigual.

Fuente Clarín


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