A ocho minutos de nuestro futuro
18 de abril de 2018

Julia Pomares - PARA LA NACION

Necesitamos una dirigencia capaz de ver los problemas antes de que nos dañen, para hacer frente a los cambios políticos, sociales y laborales que están transformando el mundo

   Fragmento del discurso pronunciado por la directora ejecutiva del Cippec durante la cena anual de la entidad

Si el Sol se apagara ahora mismo, recién lo notaríamos en ocho minutos. Después quedaríamos a oscuras. Ese es el tiempo que tarda la luz solar en cruzar el espacio y llegar a nosotros. Ocho minutos es la medida de distancia que hay entre el Sol y la Tierra, entre un fenómeno y su impacto en nosotros. Ocho minutos es también un lapso: es el tiempo que tenemos para intervenir entre las causas y sus efectos.
No podemos frenar la luz del Sol. Del mismo modo, tampoco podemos frenar las enormes transformaciones que están sucediendo en el mundo. El cambio climático, por ejemplo, es un hecho, y aunque logremos mitigar el calentamiento de la Tierra, su impacto será duradero. Es un fenómeno planetario, que amenaza con agravarse si no intervenimos inmediatamente. Pensemos, si no, en las inundaciones que cada vez azotan más a nuestras ciudades. O en los siete millones de toneladas de cosecha que perdimos como país a causa de la sequía.
La Cuarta Revolución Industrial es otro fenómeno inexorable. La digitalización afectará nuestras economías y lo hará a una velocidad sin precedente en la historia: llevó diez mil años pasar de la caza y la recolección a la agricultura, pero la próxima fase de la transformación productiva va a empezar tan solo dentro de 15 años.
Estas transformaciones, esa inmediatez, también afectan la política. El poder está mutando; se volvió más complejo. Como escribió Moisés Naim, cada vez será más fácil ganar el poder, pero también será más fácil perderlo. Por eso los partidos políticos de todo el mundo están desconcertados, sin brújula ni mapa. Basta como ejemplo lo que descubrimos en las últimas semanas: las campañas electorales se juegan en las redes sociales, pero para nuestras leyes solo existen la radio y la televisión.
Estos cambios alcanzan a toda la Tierra. Con toda la complejidad que implican, también son una oportunidad que solo podrán aprovechar aquellos países que hayan usado sus ocho minutos para actuar entre la causa y el efecto.
Estos temas, además, no se resuelven solo de forma local. En muchos aspectos, distinguir entre política interior y exterior quedó obsoleto. Una política de seguridad aislada de las acciones globales contra el narcotráfico, por ejemplo, sería una mala política. Nuestras decisiones son cada vez más interdependientes y nuestro margen de maniobra es menor. Es por esto que tenemos que tomar decisiones más precisas y coordinadas, porque si no resolvemos los problemas estructurales, lo que hoy es una oportunidad puede ser una condena.
¿Qué vamos a hacer para acortar nuestro rezago tecnológico que, según las últimas estimaciones del Banco Mundial, es de ocho años y presenta enormes diferencias entre sectores? ¿Cómo vamos a redefinir nuestra protección social para garantizar derechos cuando la automatización puede traer aún mayor informalidad laboral? ¿Están preparadas nuestras instituciones para regular estos cambios y responder a los nuevos problemas?
Un desafío central pasará por cómo implementemos reformas en la educación secundaria. Un estudio del Cippec muestra que en la Argentina son 500.000 los adolescentes que no inician o abandonan pronto la escuela media.
El futuro se está jugando todos los días en nuestras aulas. Y no solo allí. En este momento un chico está cruzando Plaza Italia en su bicicleta, con una mochila térmica. Hace delivery para una plataforma digital de comida. Las cifras del Indec muestran que uno de cada tres empleos es informal. No solo es una situación preocupante hoy, sino que el nuevo mercado laboral es mucho más complejo que el anterior y requerirá nuevas baterías de políticas. Los líderes políticos, sindicales y empresariales se encuentran frente a un enorme desafío.
Nuestras sociedades están cambiando. Diversas estimaciones indican que la Argentina dentro de 25 años será un país con más personas que necesitan cuidado que personas que trabajan y producen. Entonces, el bono demográfico se convertirá en deuda y enfrentaremos grandes desafíos en términos de capacidad económica y cargas fiscales. Veinticinco años pueden parecer hoy una eternidad, pero revertir una tendencia demográfica es como cambiar el rumbo de un transatlántico en un minuto.
El Poder Legislativo cumple un rol central en anticipar estos dilemas. Por ejemplo, este año tratará una reforma en las licencias por maternidad y paternidad. En la actualidad la legislación argentina establece 90 días de licencia para las mujeres cuando son madres y dos días para los padres. La ampliación de este sistema no solo promueve la equidad de género, sino que servirá para alivianar la carga del trabajo de cuidado en el hogar que recae en las mujeres, poblaciones que hoy encuentran mayores desventajas para participar del mercado laboral, conseguir empleo de calidad y mantenerlo. Las mujeres verán menos afectadas sus carreras; eso redundará en mayor crecimiento económico y en más mujeres líderes.
Revertir el bono demográfico requiere también otra prioridad: la primera infancia, a la que todavía le debemos una mirada integral. Aun cuando se redujo la pobreza, el 40% de los niños en la Argentina son pobres, según datos del Indec, una situación insostenible en el presente y en el futuro.
El futuro habita hoy en ciudades cada vez más extendidas. Según los datos de nuestro Laboratorio Urbano Digital, el área urbana de la Argentina creció dos veces más que su población en los últimos diez años, lo que desgasta el ecosistema y demanda mayor infraestructura en transporte y energía. Por eso, es necesario impulsar planes de reordenamiento territorial para lograr ciudades más compactas, sostenibles, integradas. Las transformaciones son vertiginosas, pero algunas de nuestras instituciones no solo no están en el tiempo presente, sino que parecen haberse quedado en el pasado. Y hoy deben responder a demandas ciudadanas cada vez más exigentes. Reformar la Justicia, por ejemplo, es una tarea que requiere constancia, pero es imprescindible. No hay impresoras 3D para instituciones. Hay que construirlas.
Ya todos sabemos que un Estado eficaz requiere concursar los cargos públicos estratégicos, estimular la alta dirección y la evaluación de las políticas. Sin embargo, en 35 años de democracia aún no hemos logrado resguardar la estructura burocrática del Estado de los vaivenes electorales, un prerrequisito para que cualquier política sea sostenible.
Las ciudades, la educación, el trabajo, la política se están transformando a pasos agigantados. Este año el T-20, el ámbito de los centros de política pública del G-20 que lidera el Cippec junto al CARI, va a presentarles a los mandatarios del G-20 ideas y propuestas para navegar esta incertidumbre.
La luz que partió del Sol hace ocho minutos ya llegó a la Tierra. Como las grandes transformaciones que ya se desencadenaron: su impacto nos va a llegar, tarde o temprano, queramos o no. Es nuestra responsabilidad verlas antes de que nos alcancen y actuar. ¿Qué es el liderazgo sino adelantarse, anticiparse a los cambios? Quienes ocupan puestos de liderazgo en los gobiernos, en las empresas, en los sindicatos, en la Justicia o en el periodismo en algún momento lograron ver los cambios de su época, se anticiparon y actuaron. Ahora necesitamos que vuelvan a hacerlo.
Directora ejecutiva de Cippec

Por: Julia Pomares
Fuente La Nación


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